miércoles, 19 de agosto de 2009

PERCEPCION




La piel es nuestra frontera, es un límite entre el interior de nosotros mismos y el ambiente exterior; la piel es el órgano del tacto y, al igual que los otros sentidos —la vista, el oído, el gusto y el olfato—, son las puertas por donde penetra el mundo a nuestro ser y por donde, a través de la percepción, captamos la naturaleza, a nuestros semejantes, los colores, los sonidos, etcétera.
Todas las vivencias humanas tienen su inicio en las sensaciones, producidas y generadas por los estímulos, que entran en contacto con nuestros sentidos.
Cuando esas sensaciones se integran en nuestro cerebro decimos que son percepciones, a las cuales ya podemos darles una interpretación con base en nuestra experiencia y nuestros conocimientos acumulados. Por lo tanto “la percepción es la interpretación que hacemos de una sensación”, a la que otorgamos una organización y un significado, y de esta manera estructuramos nuestro conocimiento: un proceso fascinante que cada sujeto realiza y construye de forma personal y única.

Nos parece tan sencillo ver cómo aprende un niño, que incluso hemos llegado a creer que esto se da de forma automática. Parece tan natural el acto de escuchar, ver, oler, que pensamos que solamente es cosa de abrir los ojos, oídos, la nariz, boca y permitir a la piel captar el contacto con las cosas; sin embargo, para que se logre realmente la percepción —es decir la interpretación de las cosas—, los sentidos deben madurar y entrenarse, con el fin de que la recepción pueda ser rica y fructífera.
De esta manera, a través del conocimiento de los atributos esenciales de las manzanas nos formamos el concepto “manzana”, el cual se ampliará en relación con nuestra experiencia y se enriquecerá cuando entremos en contacto con manzanas rojas, verdes, de una u otra especie y clase, la veamos fresca, seca o putrefacta, natural, artificial, de madera, grande, pequeña, etcétera. Tantas características como podamos imaginar, e incluso llamarla “manzana”, “apple”, “pomme”, ”apfel”, “poma”, etcétera; pero siempre reconociendo el concepto y el contexto psicoafectivo que ésta suscite en nosotros.
Es importante tomar en cuenta este aspecto del conocimiento cuando tenemos a nuestro cargo niños en edad escolar, ya que un mismo estímulo puede tener para cada uno de ellos una interpretación diferente. Por lo menos pueden percibirlo de manera distinta que nosotros, puesto que nuestro nivel de madurez y experiencia son mayores.

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